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Servidor
de dos amos
La
mercadería, o banda de mercaderes de la salud, disfruta de clínicas
atendidas por esclavos encantados con su magra pitanza y dispuestos a
obedecer a sus amos en el quebrantamiento
de todas las normas de cuidado de la salud bucal – ¡como si fuera
posible servir a dos amos! También hay clínicas muy dignas destinadas al
público de mayor poder adquisitivo, que se esmeran por cuidar a la gente
como es debido... y pagado.
Los
mercaderes de la salud desempeñan un papel en la historia de la humanidad
– desde Bruto y Judas a la fecha –que por azares de la evolución o
por designio divino les fue asignado y allá cada uno con su conciencia,
si la tienen. Este artículo editorial está dedicado a los esclavos
modernos, a los que eligen ser esclavos, a los que están contentos cuando
alcanzan el deseado estatus de esclavos, a los que descreen de la libertad
en aras de Baal*
y Mammón.
Este
texto no es un sermón, ni aunque las menciones lo asemejen; pretende ser
un espejo paseado ante los ojos de los sumisos, y es válido para
cualquier credo o para ateos, que cada cual sabe a quien rendir cuentas, a
Dios, a sí mismo, a la ley y algún caso, grave, que se ilusiona con que
no deberá justificarse ante absolutamente nada ni nadie.
Lucas
dijo:“No se puede servir a Dios y a Mammón” . Los hipócritas (llamados fariseos),
adoradores del dinero, se reían de él y persistían en la adoración del
Príncipe de la Codicia.
La Ley escrita en las piedras que Dios entregó
a Moisés en el Monte Sinaí está también inscrita en el corazón de los
seres humanos. Quien se aparta de esa Ley, porque cree encontrar la
felicidad fuera de ella, se hace daño a sí mismo y a los demás. Daña a
dos y sirve a uno solo, al mercader.
Tal como del s XVII
lo señaló Michel Foucault, este siglo (XX-XXI) parece querer
“distanciarse” de la pobreza como de la locura, como algo que es mejor
no ver, ignorar, no sentir, y así poder ostentar las propias riquezas sin
darse cuenta de que “el Rey está desnudo.” Cada uno en su medida, el
colega recién graduado o revalidado ansía ingresar en la obra social, la
prepaga o la clínica sin mirar a los que son rechazados porque no tienen
“amigos” o porque privilegian la honestidad y el respeto a su
juramento hipocrático. Al colega experimentado, con años y saber a
cuestas, directamente no lo entiendo.
Cuando a un odontólogo
se le exige que cumpla las normas del mercader de la salud y las acata, inexorablemente está contrariando su juramento y actuando en
contra de la salud bucal del que debiera ser su único amo. Cuando elige
una extracción y recomienda la prótesis o el implante, no está pensando
en servir al paciente, sino al príncipe de la codicia, al mercader de la
salud.
Allá por el s.
XVIII, los dentistas podían comerciar, de un modo que hoy no está
permitido, con la venta de productos y remedios dentarios, lo cual hoy
prohíben las leyes y realizan por los fenicios mercaderes con diversos
disfraces y con la ayuda de quienes sirven a esos amos y descuidan a los
que importan. [N de la R. Detalles en “históricas”] Se entiende, con
razón, que el interés comercial podría estar desviando el interés por
el paciente. ¿No es igual cuando se indican una extracción evitable y
una prótesis fija provechosa?
Es deber del
editorialista que se respete plantear un problema, desplegarlo y terminar
con una sugerencia de la necesidad de una solución o con la solución
misma. Hay veces, como ésta, en que eso es imposible, sencillamente
porque no se divisa una alternativa imaginable al individualismo salvaje y
al privilegio de la codicia. Por una vez, sea perdonado el pecado de
concluir en cambio con una pregunta: ¿En verdad cree usted, colega, que
puede servir igualmente a los dos amos?
Dr. Horacio Martínez
* Baal, o belcebú, o “dios
de las moscas”, según el Viejo Testamento, es el mayor ídolo
pagano de los fenicios, y es mencionado con el sentido de amo
o propietario, quien no sólo estaría errado sino que sería
maligno. Sus
cientos de servidores fueron derrotados por Elijah en el Monte
Carmelo. Con el poder de Dios. |
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