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La lengua amenazada
La
lengua, esa inquieta masa con vida casi autónoma que se aloja entre
dientes nada pasivos, es la transmisora y articuladora de un proceso
complejo y no un mero instrumento de comunicación. Con la lengua no sólo
se come y se habla, sino que también se piensa. “Degradar el lenguaje
es degradarse.”
(Para ponerlo en imagen
“dientosa”, reducir el vocabulario a mil palabras, incluidas las malas
cotidianas, es achicar la clínica del pensamiento a una pobre salita mal
equipada. No es lo mismo disponer de un solo material de restauración, de
una sola pinza de extracciones, que tener un consultorio bien equipado.)
Ivonne
Bordelois dice: “Para un sistema consumista como el que nos tiraniza, es
indispensable la reducción del vocabulario, el aplanamiento y
aplastamiento colectivo del lenguaje, la exclusión de los matices -que
muchas veces significa el olvido de los propios deseos- y, sobre todo, la
pérdida del sentido del goce y la lucidez que la lengua puede llegar a
proporcionarnos. Por eso, la empresa consumista es enemiga frontal de la
auténtica expresión lingüística, que exige libertad, don de aventura y
originalidad y desasimiento total de pautas exteriores para desplegarse en
todo su esplendor".
Frente
al ataque – dice la ganadora del Premio La Nación-Sudamericana –, la
propuesta implica preservar, proteger y estimular el ser del lenguaje,
mediante la recuperación de la etimología (de las memorias ancestrales
que encierra el lenguaje); la escucha atenta del lenguaje cotidiano (del
español en comparación con otras lenguas, despertando la reflexión
sobre la lengua materna, pero también al análisis de los usos
particulares de cada zona) y finalmente, el acercamiento a la poesía (a
las inagotables posibilidades que ofrece el lenguaje poético).
Señala
Bordelois dos denominaciones vacías aceptadas comúnmente en los medios
de comunicación: “la gente” y “el sistema.” Éste operaría para
empobrecer el lenguaje de la “gente.” Todo un complot para que
“seamos esclavos de la información, del trabajo y del consumo.” La
televisión y la propaganda son en parte los responsables del
empobrecimiento cultural contemporáneo, un sistema que incluye a los
medios, cuyo “poder” es menor cuanto mayor y mejor es la educación
que recibimos.
Es
lamentable la decadencia de la educación, primaria y secundaria, única
vacuna preventiva de la necrosis intelectual, de la GPI (General Parálisis
del Intelecto), y es penoso enseñar arte de la redacción científica a
gente universitaria que apenas si aprendió a firmar y que sólo se
interesa por cómo se organiza un artículo científico y no por
escribirlo bien, no por transmitir ideas, no por educar a los colegas,
sino simplemente por publicar para no perecer.
El
lenguaje es un regalo de los dioses que venimos despilfarrando, dejando
palabras atrás en la mesa de ruleta con que nos tientan los mercaderes
– de la salud y los otros – y que nos acercan así a su bajo mundo de
los intereses mezquinos y los objetivos estrechos. La clase media está
desapareciendo en la Argentina y la falta de educación de los
universitarios los priva del lenguaje que es un arma temida por los
mercaderes y por los gobernantes y por los enriquecidos y por los enemigos
de la democracia auténtica. Los que no saben hablar más que para
satisfacer sus necesidades elementales y los que hablan llenándose la
boca de palabras innecesariamente desconocidas por la mayoría
“deseducada” contribuyen al sometimiento.
El
lenguaje es el instrumento del pensamiento. El pensamiento libera. Dotemos
al pensamiento de las herramientas que pueden construir un mundo más
justo, más libre, más igualitario, fraternal, donde ya no impere el egoísmo
globalizado, donde nos satisfaga el bienestar individual tanto como el
universal, donde no mueran por hambre miles de niños cada segundo.
N
de la R: Para redondear un poco. Incluimos
algunos párrafos del ensayo de Ivonne Bordelois “El país que
nos habla”
La lengua es [
...] el reflejo
inapelable de la propia miseria y riqueza interior, de las tensiones
culturales que se viven en una nación, particularmente cuando se
atraviesan circunstancias de innegable crisis social y económica. [...]
Del mismo modo en que tratamos a la lengua nos tratamos a nosotros mismos.
[...]
La degradación que sufre la población en tantos aspectos de la vida
ciudadana y cotidiana no debería extenderse a ese vínculo profundo que
es el lenguaje como elemento imprescindible de comunicación y de
identidad. [...] El acorralamiento de la lengua y de la cultura sólo
puede realizarse con la complicidad y el consentimiento de la ciudadanía,
que en este sentido es perfectamente responsable de lo que pueda ocurrir.
[...] Somos muchos los que asumimos como territorio propio el de nuestro
lenguaje, y me consta que formamos parte de él todos aquellos que hayamos
sentido que, detrás de la degradación tenebrosa que sufre la palabra
entre nosotros estos días, hay una amenaza tremenda de pérdida de los últimos
baluartes de identidad que nos quedan. [...] Nada mejor que destituirnos
de la palabra -asiento de la conciencia crítica- si se nos quiere
convertir en ciudadanos pasivos, totalmente sometidos a las leyes del
mercado. [...] Como punto de partida fundamental, es preciso recordar que
el lenguaje no es un mero instrumento de comunicación: es un cimiento
solidario, una visión del mundo que nos conduce a lo más íntimo y
precioso de nosotros. Aun amenazado y acorralado por los mercaderes de
opio [y de la salud] que se multiplican por el planeta, es un don y un
bien inalienable que está siempre disponible y abierto a nuestra voluntad
de rescate y de restitución.
Dr. Horacio
Martínez
Dr. Emilio Bruzzo
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